Martin Lindstrom pasa 300 noches al año en el extranjero observando a la gente en sus propios hogares. El objetivo: descubrir sus deseos ocultos y convertirlos en productos. Como si de una versión moderna de Sherlock Holmes se tratase, la acumulación de pequeños datos acerca del día a día de la gente junto con otro tipo de observaciones e ideas le lleva a descubrir un deseo no servido o no identificado que forma los cimientos de una nueva marca, innovación de producto o negocio. Así, en Suiza, un oso de peluche en la habitación de una adolescente ayudó a uno de los mayores distribuidores de moda de Europa a revolucionar 1.000 tiendas de veinte países. En Dubai, un brazalete ayudó a Jenny Craig a aumentar la lealtad de su clientela en un 159% en menos de un año. Y en China, la observación del salpicadero de un coche condujo al diseño de la aspiradora Roomba. En definitiva, Lindstrom ha desarrollado una manera poco ortodoxa de hacer lo que toda compañía quiere hacer: entender los deseos más profundos de sus consumidores y convertirlos en productos innovadores, marcas o experiencias.