¿Qué tienen en común un nostálgico tumor cerebral, un espectro obsesionado con los luchadores enmascarados observando su vida y su muerte por televisión desde un inframundo azteca, y un hipotético androide en busca del creador perdido por un mundo en ruinas? La simple respuesta es: a) México, Distrito Federal, metrópoli apocalíptica donde todo lo que puede llegar a ocurrir y no ocurrir indefectiblemente ocurre; b) la misteriosa sombra de Martín Mantra: director de cine prodigio en busca del film total, líder guerrillero, mesías flamígero, tótem religioso y miembro de una demencial familia mexicana abducida por una telenovela; y c) películas malas y buenas revoluciones, comida picante y aire contaminado, pirámides antiguas y modernos aeropuertos, madres sufridas y padres alucinados, día de los muertos y noche de los vivos, sangre derramada y tequila en las venas.