Abrir la mano para mostrar lo que se tiene en ella es una de las claves para el cambio de emoción. Esta alegoría, que encierra todos los signos de la convivencia en el respeto, conlleva el cambio de corporidad, el encuentro de una dinámica donde se constituye un espacio operacional que permite la reflexión. La convivencia puede hacer y lograr transformaciones fundamentales, donde el ser no sea nunca negado. Todos los ensayos que componen este libro están cruzados por esas ideas-fuerza donde se niega la violencia como valor supremo y se recupera el humanismo en la convivencia con el otro. Abrir la mano, entonces, no es sólo el juego de dementes o niños, juego donde se muestra una parte para adivinar el todo, juego metonímico por excelencia, sino también juego donde lo humano ocurre como fenómeno en la dinámica de relación.