La traducción al náhuatl de El Principito, celebérrima fábula, pequeña como su protagonista, pero gigantesca a la luz de los valores que entraña, tiene varios propósitos. Se inscribe en el marco de una cruzada para revitalizar una lengua autóctona mexicana en peligro de extinción, corresponde a un afán por llevar lo más destacado de la literatura universal a los pueblos indígenas, en sus propios idiomas, y quiere mostrar cómo el relato original adquiere nuevos matices al ser fundido en el crisol de una lengua autóctona.