Esta historia narra las aventuras de dos muchachos cuyo parecido físico es extraordinario. Como el título de la obra lo define, uno es un príncipe y el otro un mendigo; un día, por accidente, se ven intercambiados sus lugares en la sociedad. El tema de este libro es la justicia inmanente. La justicia a la que hace referencia Mark Twain en esta obra se concreta, se socializa, se personaliza en los desposeídos, en un pequeño mendigo al que persiguen la miseria y la superstición. La ironía, el asomo de la amarga confusión de Twain en sus últimos años, consiste en que ambos, tanto el príncipe como el mendigo, carecen de libertad. Los dos están forzosamente limitados en su natural instinto; cada uno de ellos está envuelto en las redes de su respectivo sistema social. La mayor parte de las obras de Twain está dedicada a la juventud. Buscar la inocencia de la infancia en el hombre, redes cubrírsela, revelar a sus lectores lo que una vez fueron, son finalidades explícitas de sus libros.