En sus páginas el Greco trenza lazos secretos con un paseo por un bosque de secuoyas cercano a San Francisco, la enfermedad y la muerte; Rothko y el misterio de los cuadros para el Four Seasons del Seagram Building que se negó a entregar se entrecruzan con un hospital donde el marido de la narradora recibe quimioterapia y una prostituta se pasea por los pasillos; el aduanero Rousseau y el banquete que, entre la admiración y la mofa, organizó Picasso en su honor conectan con el miedo a volar... Y aparecen Hubert Robert y la fascinación por las ruinas; las andanzas de Misia Sert en París y Venecia; Toulouse-Lautrec deslumbrado por las estampas japonesas; el joven Fujita que, atrapado por Cézanne, decide irse a París; Augusto Schiavoni, al que acaso una médium ponga en contacto con su gemelo muerto en una sesión de espiritismo en Florencia; la decisiva visita de Alfred de Deux al taller de Géricault; la relación de Courbet con el mar... Y todo ello actúa como catalizador de las vivencias de la narradora, de las historias de su familia de clase alta, de la evocación de la ciudad de Buenos Aires, de la pasión por el arte, el dolor de la pérdida, la confrontación con la enfermedad, la vivencia del paso del tiempo, la banalidad cotidiana, el desasosiego...