Todo lo que Marinka desea es tener un amigo, pero uno de verdad, no como su casa con patas de gallina. La casa puede jugar quemados o a las escondidas, pero a Marinka le hace falta compañía humana, alguien con quien conversar y compartir secretos. Eso es difícil de conseguir cuando tu abuela es una Yaga y, como tal, guía a los muertos al más allá. Pero es aún más complicado cuando vives en una casa que camina por el mundo, llevándote con ella.