Vivimos en una época de preocupación capital por el desarrollo sustentable. Pero no sólo nuestro planeta tiene reservas limitadas que debemos saber gestionar con responsabilidad y visión estratégica: también nuestro cerebro. Cuando nos obsesionamos por las pérdidas, sufrimos ansiedad por el futuro, sobrevaloramos la opinión de los demás o nos exigimos demasiado, desperdiciamos los recursos de nuestra mente y mermamos en forma peligrosa la calidad de vida