Maryse Condé diseña un Evangelio digno del Nuevo Mundo: a través de un realismo mágico con ecos de García Márquez o Saramago, la autora se ríe y llora por una humanidad atrapada bajo el yugo de sus contradicciones. En la madrugada de un domingo de Pascua, una madre recorre desgarrada las calles de Fond-Zombi, en la isla de Martinica, y un bebé abandonado en una cabaña llora entre las pezuñas de una mula. Ya adulto, ese bebé, llamado Pascal, vive apaciblemente con su familia adoptiva. Es atractivo, mestizo sin saberse de dónde, y sus ojos son tan verdes como la mar que lo ha visto crecer. Pero el misterio de su existencia no tarda en hacer mella en su interior. ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Qué se espera de él? Las malas lenguas hablan y los rumores vuelan por la isla. Se dice que cura a los enfermos, que lleva a cabo pescas milagrosas? Incluso que es hijo de dios, pero ¿de cuál? En busca de respuestas, Pascal se aventura por una América en la que aún queda mucho por hacer y decir.