«Yo en realidad soy dos: el Jis buena onda y el Jis nefasto», cuenta Jis como el personaje de sí mismo en su hilarante Diario. Al leerlo, queda la impresión de que en realidad es su vida la que se va dibujando sola, y que Jis la vive justo para que ésta sea caricaturizada, como espejo reversible en el que ya no es posible saber cuál es la imagen original y cuál es el reflejo. Su Diario recoge con detalle una importante etapa, en la que combina el desmadre y la fiesta con la eterna angustia existencial y con la gestación y el nacimiento de su hijo, a quien decide llamar Juan Pedro, en lugar de su idea original de nombrarlo Adolfo Tribilín.