JORGE ALFREDO DOMINGUEZ MARTINEZ
Antes de adentrarnos en los aspectos científicos y técnicos impuestos por un estudio sistemático, primero de la teoría general del contrato y después de cada contrato en particular, todo lo cual es el contenido de este volumen, la reflexión inicial es la relativa a dejar apuntada y subrayada su gran influencia en el progreso de la humanidad; no hay, ni por asomo, otra construcción mental, aun intersubjetiva, que pueda siquiera aproximársele en ese sentido. En efecto, la civilización le debe tanto al contrato como instrumento para el intercambio de satisfactores, que la evolución del género humano sería mínima, y hasta nula, si la mente tuviere negada la posibilidad de concebir y ejecutar la convención habida que se da en su estructuración. En términos generales, exponer de primera intención las cualidades del contrato, trae consigo pensar no sólo en una convención, es decir, en una concurrencia de voluntades convergentes, sino también en que ese querer común permite ofrecer, dar y recibir, bienes y servicios, unir esfuerzos para empresas comunes, garantizar adeudos y otras manifestaciones de satisfactores, inalcanzables sin esa participación volitiva; es más, se trata de una concurrencia de voluntades dotadas de la juridicidad necesaria para poder exigirse uno a otro el cumplimiento de las obligaciones adquiridas voluntariamente por la convención contractual a darse en cada caso.